jueves, 7 de marzo de 2013

INTRIGA EN LA CORTE DE FELIPE II



INTRIGA EN LA CORTE DE FELIPE II

He elegido el artículo de María Fátima de la Fuente del  Moral en la revista Historia no tanto por el suceso que narra, que me parece muy interesante,  sino por lo que desprende el texto:  la atmósfera en la que tiene que reinar Felipe II, la figura del secretario,  las alianzas según los intereses,etc.
Eran las 9 de la noche del lunes de Pascua de 1578. Un hombre volvía a casa a caballo, por las calles de Madrid. De repente, en la hoy conocida calle de la Almudena, cinco asesinos a sueldo cayeron sobre él; uno de ellos lo atravesó de parte a parte con su espada, derribándolo de la montura y causándole la muerte casi en el acto.

Madrid, en el siglo XVI, era una ciudad peligrosa (no existía un cuerpo de seguridad que defendiera a la población). Y no era raro que se perpetrasen crímenes de estas características en sus oscuras y estrechas calles. Pero este asesinato no era como los demás.  Se trataba de don Juan de Escobedo, secretario y hombre de la máxima confianza de don Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II y por aquel entonces gobernador de Flandes.

Los rumores se extendieron rápidamente. Los embajadores extranjeros informaban en su correspondencia de que algunos decían que el atentado era << por cosas de damas >>; la mayoría, sin embargo, creía que había razones más poderosas. El hombre sobre el que recaerían las sospechas era Antonio Pérez, secretario de Felipe II para los asuntos de Italia.

En 1578, Antonio Pérez era un hombre de 38 años, amante de la vida lujosa, aficionado a la pintura y a la literatura, y también enormemente ambicioso. Su ascenso en el gobierno de Felipe II le vino facilitado por su padre, Gonzalo Pérez, antiguo secretario de Carlos V. 

Antonio Pérez aprovechó su posición para traficar al más alto nivel con influencias y cargos, obteniendo de ello grandes beneficios económicos.  Los embajadores extranjeros lo visitaban en su mansión  en  las afueras de Madrid y le traían regalos de  sus príncipes para ganarse su favor.
La llegada de Juan de Escobedo a Madrid en otoño de 1577, enviado desde Flandes por su amo don Juan de Austria, fue vista por Pérez como una amenaza directa a su posición. Se ha especulado mucho sobre lo que temía Pérez: quizá que Escobedo denunciara al rey sus tráficos, o bien, según una tesis más novelesca, que descubriera la relación amorosa entre Pérez y la princesa de Éboli, la gran aristócrata que se había convertido en aliada del secretario.

El conflicto entre Escobedo y Pérez tenía, en realidad, razones políticas ligadas a la compleja situación de la guerra de Flandes. Pérez había recomendado en su día a Escobedo para que trabajase con don Juan de Austria; siempre ladino, pretendía contar con un espía para mantener vigilado al imprevisible don Juan. Pero la jugada le salió mal, y Escobedo y su señor se hicieron amigos íntimos. Escobedo pasó  a defender los planes más atrevidos de don Juan de Flandes, en particular el de llegar a un acuerdo de paz con los rebeldes y a continuación emplear los tercios españoles en una invasión de Inglaterra; un proyecto que Felipe II juzgaba temerario y al que se oponía igualmente Antonio Pérez. 

Este último tenía un motivo particular para temer a don Juan y a Escobedo: ambos sabían que el secretario mantenía negociaciones secretas en torno a la guerra de Flandes, a espaldas del rey. Era un caso que podía costarle el puesto, y quizás algo más. Pérez decidió contraatacar y se propuso convencer al monarca de que su hermano tenía intenciones subversivas. Con astucia, transmitió  a Felipe II  que la pretensión de don Juan era, en realidad, la creación de un Estado independiente, con el fin último de ocupar el trono de España.

Cuando Escobedo llego a la corte, Pérez lo pintó ante el rey como instigador de las peligrosas maniobras políticas de don Juan. Felipe II estaba dispuesto a detenerlo, pero Pérez le convenció de que eso no era suficiente. El rey y su ministro  discutieron largamente el asunto, hasta que el monarca dio su consentimiento al asesinato.

Al tiempo, el rey se sentía molesto con la princesa de Éboli, gran aliada de Pérez y que al parecer aspiraba a casar a uno de sus hijos con el heredero de la Corona de Portugal.
Finalmente Felipe II llegó a la conclusión de que Pérez lo había engañado, que le había hecho creer falsamente en la traición de don Juan para autorizar el asesinato de Escobedo. 

En 1661 Pérez falleció en el exilio, sin haber obtenido el perdón de la Corona española

DE LAFUENTE DEL MORAL, MARIA FÁTIMA. Historia National Geographic, nº 111, págs. 88-95

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